Una de las estampas más atractivas en estos crepúsculos sofocantes, junto a las riberas del río, con la fresca, es, sin duda de clase alguna, ver a numerosos pacenses, con sus pequeñuelos de la mano y sus perrillos sueltos no muy lejos, disfrutando con los patos del Guadiana. Y es que, desde la "ocupación" ciudadana de los parques del río, en la primavera pasada, uno de los momentos más gratos del paseo es acercarse a ver a los patos que, por centenares, retozan y buscan comida junto al puente de Palmas, no muy lejos de los islotes donde anidan y buscan refugio durante la noche. Sus "dormideros", que dirían los sabihondos en bichos con pico, pluma y huevo.
Cómo será la "Patolandia" pacense que, hasta no ha mucho, en los fines de semana, solían verse a niños de Primera comunión acercarse al lugar, seguidos por sus solícitos papis, haciéndoles mil y una fotos de recuerdo. Llevándoles, eso sí, gusanitos, patatas fritas y otras chucherías, incluido el clásico recurso del pan duro, que estos patos devoran en bandadas. Patos del Guadiana que parecen domesticados, pues es digno de verse cómo se acercan a la orilla o salen del agua en cuanto hace acto de presencia gente de todo tipo y condición con bolsas entre las manos. Como que hasta se les puedes dar de comer en la mano...
Atrás queda la vieja estampa de los patos de Castelar, a los pies de la estatua de Carolina Coronado, unas decenas tan sólo, desde hace tiempo encerrados en su "prisión" metálica, a los que sólo se puede ver pero no tocar. Y menos, darles de comer con tus propias manos...
La "patolandia" del Guadiana bien se merece una visita, con los peques por delante, sin olvidarse de la cámara y la reglamentaria bolsa de chucherías o pan duro.