El pasado 6-D, la Constitución, la Carta magna de todos los españolitos --de muy buen ver todavía la doña, aunque algunos quieren trajinársela o hacerle un lifting por aquí, allá y acullá--, cumplía 35 años (1978-2013). Y a tal efecto, el Ayuntamiento de Badajoz, con su embajadora cultural por delante, la mandamás de Cultura Paloma Morcillo Valle, había mandado al López de Ayala a su Banda municipal de Música, con el maestro Vicente Soler Solano a la cabeza, para que ofreciera al distinguido público un concierto extraordinario, digno de tal efeméride. Y a fe que lo fue, para contento de los que abarrotaron el centenario coliseo pacense. Y los que no fueron, cegaditos por el puente vacacional, se lo perdieron. Presentó con discreción, soltura y erudición justas, lo que ya es para nota, nuestro constitucional presentador y comentarista, dos en uno, Emilio González Barroso. Y los músicos, ataviados para tan alta ocasión, con sus uniformes azul marino y su corbata gris perla. Y en las butacas VIP, las dos concejalas más cecilianas que parió madre en Badajoz: Paloma Morcillo, la gobernanta de Cultura, y Mª del Rosario Gómez de la Peña, la superintendenta de Mayores.
El concierto, emotivo y brillante a la vez, tuvo de todo, con temas conocidos y gratos al oído, y otros, más largos y complejos, resuelto todo de forma admirable, con un director que ofreció a la constitucional audiencia uno de los trabajos más completos que le hemos visto por estos pagos, serio y cabal, sin efectismos ni chorradas para la galería, haciendo brillar a su Equipo A --y eso que le faltan algunos mimbres-- y a determinadas individualidades, que se lucieron como solistas. En la primera parte, la Banda interpretó el pasodoble "Larga Cordobesa", de F. José Martínez Gallego, el "Concierto para Trompa nº 3", de W. A. Mozart, en tres tiempos --Allegro - Romance - Allegro--, actuando como solista de trompa Rubén Venegas Espada, para concluir con "Silvia", una fantasía de Leo Delibes, toda una sopresa para la clientela de Casa Vicente, que, a donde va, le sigue la gente. El airoso pasodoble "Larga Cordobesa", como aperitivo musical, encantó al respetable, que premió a la panda vicentiana con una gran ovación, con los músicos en pie al final, agradeciendo las cortesías del distinguido público. Y es en el segundo tema, con el "Concierto para Trompa nº 3", de Mozart, cuando el público se quedó admiradito con las formas y maneras del Rubén, el guaperas del trío de trompa de la Banda, que actuó solo, pues Mozart se empecinó en que los dos restantes --Alfonso Ibáñez y Javier Bonachera, en nuestro caso-- se quedaran tras las bambalinas. Claro que la Banda y su director, el director y su Banda, no estuvieron mancos, dándole al mozo de la trompa unas entradas divinas, como que así se las ponían a Fernando Séptimo, el del paletó. Además de una lección de música clásica de no te menees, con el graderío extasiado, sin piarla, como si le hubieran dado las tres moscas. La ovación final fue de traca, saludando el señor Vicente a su trompista solista, en tanto éste, como cortado un pelín, agradecía con la mejor de sus sonrisas a la constitucional audiencia. Con el listón bien subido, que van y nos ponen "Silvia", una vibrante fantasía, aunando aires lentos de otras épocas --valses, rigodones-- con otros frenéticos --pasodobles, marchas señoriales...--, con la 3ª, 4ª y 5ª Edades como en éxtasis, con un final de película de las caras. El delirio, el no va más, la repera limonera... Ovación de escándalo al regimiento vicentiano, al virrey Vicente y a la "Silvia" esa. ¡Que me la traigan otra vez, porfa!
SEGUNDA PARTE
Tras el descanso reglamentario, vino la segunda parte, con algunas novedades, y gordas. Primeramente, se oyó "Maestro Lino", rapsodia española de Ferrer Ferrán, con aires clásicos de la música popular, que el público agradeció con una morterá de aplausos. A la que siguió una selección escogida de "El Amor Brujo", de Manuel de Falla, con nada menos que 10 tiempos: Introducción y Escena - En la Cueva: La Noche - Danza del Terror - El Círculo Mágico: Romance del Pescador - Danza Ritual del Fuego - Escena - Canción del Fuego Fatuo - Pantomima - Danza del Juego de Amor - Las Campanas del Amanecer. Apuesta arriesgada del boss vicentiano y su clan, por la complejidad, el esfuerzo y la larga duración de uno de nuestros grandes clásicos, que la Banda salvó airosamente, notándose, además los muchos ensayos previos. Y, como era de esperar, la suavidad, el ritmo parsimonioso y el embrujo de la música oriental de fondo encadiló a la asamblea, encantada de haberse conocido de lo a gustito que se estaba. Y en éstas estábamos, con la calefacción a pleno rendimiento, cuando veo a mi derecha que una señora muy señoreada está como en el séptimo cielo, dormidita. Cosas del "Amor" y del calor "brujos", eso es. Recuperado el resuello, la recta final y la despedida acabaron de espabilar a los presentes, que, repuestos de tantas emociones, no tuvieron más remedio que sacar bandera blanca y rendirse con todo el equipo ante la congregación musical y su abad, aplaudiendo éste a los suyos. ¿Se puede aguantar esto?
La travesía constitucional iba viento en popa a toda vela, pero habría más novedades. Y es que la última pieza del programa era un pasodoble de estreno. Nacional, no, mundial. Una obra de don Vicente, titulada "Enrique Javier Grau Talens". Y la gente, ante nombre tan largo, se hacía cábalas: ¿otro torero de postín?, ¿un artista del famoseo?, ¿acaso un pintor postmoderno?, ¿otro chocolatero, tal vez? Pues ni una cosa ni otra, colegas. Que va el sabihondo del micro y dice que el tal Enrique Javier es un médico de Badajoz, cirujano en el Infanta Cristina y, últimamente, en el Hospital "La Siberia", de Talarrubias, nacido en Cullera (Valencia) pero casado y residente en Badajoz, donde lleva 25 años, además de ser íntimo amigo de don Vicente. Pero es que había más. Y es que resulta que, junto al doctor, su esposa y otros familiares, estaba un representante del centenario "Ateneo Musical" de Cullera, su vicepresidente 1º, Juan Palomares Corella, que se había trasladado ex profeso desde su ciudad natal para compartir el momento con su también amigo el médico pacense-valenciano, y a quien el amable público dedicó un aplauso de bienvenida, saludando el nota al graderío.
EPÍLOGO PATRIÓTICO
Y yendo al grano, Mariano, la Banda entró en faena con el pasodoble médico del Enrique Javier de la película, que sonó pinturero y festero como pocos, para que me lo toquen en todas las fiestas de los pueblos de Badajoz y, claro es, de Valencia y Cullera, su pueblo del alma. Gran ovación del público, teniendo que subir al escenario el doctor Grau Talens, que recibió de manos del señor Vicente la partitura original, tras lo que, emocionado a más no poder, agradeció a la Banda de Badajoz y a su director y amigo, este detalle tan musical. Y estábamos esperando el toque final, con la interpretación del Himno nacional, que va el tío Vicente y dice que la Banda va a interpretar, como detalle final, el famosísimo pasodoble "Banderita española", del maestro F. Alonso, de su revista "Las Corsarias". Y allí que el público se puso a cien por hora, tarareando por lo bajini algunas de las estrofas de esta marcha, tenida como el himno popular de las Españas:
Allá por la tierra mora,
allá por tierra africana,
un soldadito español
de esta manera cantaba:
Como el vino de Jerez
y el vinillo de Rioja,
son los colores que tiene
la banderita española,
la banderita española.
Pero la fiebre patriótica está a punto de estallar cuando el señor director se da la vuelta, cara al público, y le invita a palmear rítmicamente las últimas estrofas, acompañando a la música, en medio del delirio, con el gentío puesto en pie:
Banderita, tú eres roja,
banderita, tú eres gualda,
llevas sangre, llevas oro
en el fondo de tu alma.
El día que yo me muera,
si estoy lejos de mi Patria,
sólo quiero que me cubran
con la Bandera de España.
Y el teatro, a puntito de venrse abajo. ¿Se puede aguantar esto? Tras lo que, sin solución de continuidad, la Banda interpretó el iletrado Himno español, con el público puesto en pie, guardando respetuoso silencio, cerrándose la función con un aplauso generalizado de todos los presentes, Banda incluida.