El Avisador de Badajoz

De unos años a esta parte, con los cambios de mentaidades, usos y costumbres, a las populares botas katiuskas les han cambiado de nombre: botas de agua. Sí, aquellas botas que la muchachada se ponía al llegar las lluvias, ufana ella, para meterse en todos los charcos del barrio, sin importar si salpicaban a la panda o a los vecinos que pasaban por las cercanías. Hoy día, ya no hace falta que llueva para que se vean en toda zapatería que se precie, y es que sólo con llegar el invierno ya están luciendo en sus escaparates preciosas katiuskas, digo..., botas de agua femeninas, con todo tipo de tamaños, diseños, colores y adornos. Eso, las mozas, que los mozos lo tienen fácil, pues no hay dónde elegir: esas botorras de color gris o negro, ideales para trabajar como jardineros, albañiles, fontaneros, bomberos, pescadores de río o de charcas, o lo que sea menester.

Y si las botas de agua femeninas te cuestan de 12 euros en adelante, las masculinas te salen a 10 euros. Salvo si te llevas dos, tres o cuatro pares, que alguna rebaja caerá. Por eso, para no hacer el ridi en la zapatería de la esquina, no pida katiuskas, pida botas de agua.