El Avisador de Badajoz

Ayer, domingo, a primeras horas de la tarde, con los veladores y las terrazas de los bares de la plaza de España animadísimos por el buen tiempo, muchos nos quedamos sorprendidos cuando, a eso de las tres de la tarde --hora de invierno ya--, escuchamos las campanadas del carrillón del reloj de la Catedral, en tanto el del Palacio municipal, atrasado, iba por las tres menos cuarto. El relojero catedralicio, como mandan los cánones, había puesto las manecillas en su sitio, retrasando el reloj una hora --de las 3,00 a las 2,00 de la madrugada--, en tanto el municipal lo había hecho de manera incompleta, sólo tres cuartos de hora, seguro que estaría semidormido.

Por lo que voy a dar un toque al concejal-relojero del Ayuntamiento para que, más pronto que tarde, me ponga el reloj en hora, no se vayan a quedar bizcolos algunos ciudadanos tratando de poner sus relojes en hora, sin saber a qué carta quedarse: con el de la Catedral o con el del Palacio municipal.