De
espectacular y colorista, en medio de una lluvia torrencial de
caramelos, tengo que calificar la gran Cabalgata de Reyes Magos, en su
entrada en Badajoz, anteayer, jueves, día 5 de enero, procedente de la
Estación de la Renfe. Con miles de pacenses y de otros lugares de las
comarcas cercanas, que abarrotaron las aceras del recorrido, que cogía
desde La Estación al paseo de San Francisco, donde les esperaban el
señor alcalde y otra muchedumbre de ciudadanos, con los pequeñuelos en
primer plano, bien en las primeras filas o subidos a los hombros
paternos.
Y
eran las 18,30 horas, cuando tomábamos posiciones la patronal y su
escribano junto a la acera de Jesús Poves, en la avenida de Santa
Marina, muy cerca de uno de los pasos más concurridos de la noche,
junto al Ancla y El Corte Inglés. El reloj del panel de la avenida de
Enrique Segura Otaño marcaba 11º, que no estaba nada mal, en tanto los
vendedores ambulantes de globos y barquillos de canela pasaban
vendiendo su rica mercancía, en el último caso, a un euro el barquillo.
Serían veinte minutos después, exactamente, a las 18,50 horas, cuando
se dejaron ver los motoristas de la Policía local, señal inequívoca de
que los Reyes venían en la caravana. Tras esta patrulla motorizada
vendrían otras más, de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, así
como un pelotón a caballo de la Guardia Civil en traje de gala. Y por
el medio, grupos y colectivos de lo más variopinto, como la Banda de
cornetas y tambores de la cofradía pacense del Resucitado, pero sin
tocar siquiera un villancico, comparsas de romanos y soldados de todas
las épocas, algunos, montados a caballo, una troupe de payasos,
personajes de teatro de calle, como cinco damas gigantescas, bailando
al son de la música, un trenecito cargado de niños y, cómo no, media
docena de enormes carrozas, con figuras y personajes muy conocidos del
mundo del cómic y del cine infantil, como "101 Dálmatas", "Spiderman" y
"Batman", "Blancanieves y los siete enanitos", "El oso Yogui" y "La
familia Picapiedra". Además de otra, dedicada a un belén rodante, con
casi todas las figuras vivientes, personificadas por chavalines de
ambos sexos.
A todo esto, los niños, y no tan niños, del cortejo tiraban caramelos a
mansalva a los pies de las primeras filas del gentío, para contento de
los niños allí emplazados, que se volvieron locos de contento, llenando
bolsas y más bolsas con los que recogían. Delante nuestra había como
una docena de chavales, cosechando caramelos que daba gloria, en tanto
en la retaguardia algunos papis picarones se dedicaban a almacenar la
"cosecha", recogiendo las bolsas de sus hijos, metiendo los caramelos en
otras de mayor tamaño, para repartir al final lo recogido entre todos.
Trabajo en equipo se llama esta figura, sí, señor.
MELCHOR JESÚS, GASPAR CELESTINO Y BALTASAR JORGE
Y en el último tramo de la Cabalgata, resplandecientes, espectaculares, más bonitos que un San Luis, los tres Reyes Magos, Melchor Jesús
Coslado (concejal de Poblados), Gaspar Celestino Rodolfo (de
Urbanismo), y Baltasar Jorge Mendoza, el zapatero real, a bordo de tres
soberbias carrozas, repletas de pajes y
toda su corte infantil, quienes se dedicaron a bombardear con caramelos
--en el sentido literal del término--, al distinguido público que
abarrotaba las calles del recorrido, llegando los dulces proyectiles
hasta las filas de atrás, donde se encontraba la gente de edad,
jubilatas y pensionistas incluidos. Por lo que pudimos presenciar in situ,
Melchor Jesús, nuevo en estas lides, fue el más patoso de los tres,
tirando más bien poco, el muy roñoso. Todo lo contrario que Gaspar
Celestino, que, junto a sus pequeños leales, hizo un alarde prodigioso,
regalando caramelos a diestro y siniestro, siendo muy aplaudido por la
chiquillada y sus papis. Baltasar Jorge, por su parte, algo cansino de
tanto viaje, sentado en su silla dorada, se hizo de rogar un tanto
cuando sus pequeños súbditos, desde abajo, le pedían más y más
caramelos. Menos mal que sus pajes, atentos a las peticiones de sus
coleguillas, se pusieron ciegos tirando puñados y más puñados, y en
todas direcciones.
Eran
las 19,20 horas, justo media hora después del paso de las primeras
motos de la Policía local por donde nos encontrábamos, cuando acabó el
desfile delante nuestra, en tanto una muchedumbre se dispersaba a duras
penas, en varias direcciones. Una, hacia el paseo de San Francisco, para
ver la llegada de los Reyes Magos al kiosco de la música, donde tendría lugar
la recepción municipal, con el alcalde a la cabeza, y, ya puestos, ver
la forma de pillar más caramelos por el camino. Otra, hacia El Corte
Inglés y demás tiendas y comercios de la zona centro, calle Menacho y
adyacentes, para hacerse con los últimos juguetes y regalos,
establecimientos que estuvieron concurridísimos de público, hasta bien
entrada la madrugada. Y una tercera, a casita, con los más pequeños del
hogar, más contentos que unas castañuelas con sus caramelos, que había
que lavarse las manos y el careto, cenar ligeramente y acostarse pronto,
a la espera de los Reyes. En esas horas inciertas de la madrugada, día 6
ya, fiesta litúrgica de la Epifanía del Señor, popularmente conocida
como de los Reyes Magos.