Después
de largo tiempo en obras, la céntrica plaza de Minayo está a punto de rematarse, presentando un aspecto que no la conoce ni la madre que la
parió. Adiós a la estampa provinciana y romántica de toda la vida, con
don José (Moreno Nieto) semioculto por el bosquecillo central. Ahora, después de
ser remodelada y dispuesta para que los peatones deambulen como si fuera
suya --la plataforma peatonal esa, que dicen los pijourbanistas--, está a falta del remate jardinero (arreates) y acuático (fuente).
Pero
hay más, y es que, como primer mobiliario, el Ayuntamiento ha colocado
cinco sillas en la antigua acera de la iglesia de San Juan Bautista,
para que el vecindario se siente a descansar o a contemplar el panorama.
Y el caso es que estas sillas, metálicas, pero con asientos y respaldos
de madera, son... ¡fijas! Como os lo cuento. Están adheridas al suelo y
son para lo que son: para sentarse. La gente que pasa no se lo cree y, en
principio, piensa que son las clásicas sillas que el vecindario pacense,
en los tiempos del charlestón, sacaba de sus casas a la calle para
tomar el fresco o ver pasar a la gente, para luego darle al pico, Federico. Como
que te llevas un libro o una botella de agua y da el pego.
Interesante
aportación mobiliaria a la mejora de la calidad de la vida urbana, las
sillas de Minayo. Esperemos que las pandas de vándalos de la ciudad, que haberlas, haylas, las respeten.