El Avisador de Badajoz

Los países americanos del ecuador abajo fueron más listos que nosotros los viejos europeos. Eligieron el verano para celebrar la Navidad, bien bailando samba o cantando algún villancico porteño en Buenos Aires, con calor y bebidas refrescantes. En verdad que a nosotros nos cuesta asociar la Navidad al tiempo de bañador y playa. Para cualquiera de nosotros sería imposible vivir la Navidad con el espíritu de agosto en uno de los países suramericanos. ¿Qué haríamos, sin abrigos, ni bufandas, sin paraguas ni candela en el hogar  donde hacer las migas y cantar al Niño Dios? ¿Y cómo le explicarías al pequeño de la casa que Jesús nace entre pajas tiritando de frío y que el buey y la mula le dan calor? Por otro lado, ni podrías asarle castañas y bellotas a los niños ni llenarles sus cestas con los frutos recolectados en otoño.

 La Navidad se hizo para la vieja Europa, cuna de la civilización cristiana, con sus tradiciones milenarias y costumbres ancestrales... Pero, ¡ay!, las tradiciones se resquebrajan en nuestros afortunados países europeos, se liquidan insensatamente a veces de saldo, en oferta continua creyendo que eso es el progresismo y es simplemente una ola retrógrada que nos invade para perder la identidad y olvidar la historia de sus pueblos.

Y es que toda la parafernalia que conforman la nieve, el frío, la candela, el mazapán, el turrón, el portal de Belén, las migas, los villancicos, la zambomba, la adoración del Niño, las ovejas en el campo verde, la borriquita cargada de aceitunas del olivar, el castaño, la encina... Todo, todo es nuestra Navidad, que ya pasó.

Así y todo, felicidades, Pedro y lectores

Pepe Larrey
larrey4@yahoo.es