Ayer domingo, por la noche, la patronal y este juntaletras nos llevamos
una grata sorpresa asistiendo a la función de clausura del XIV Festival Ibérico de Cinema (FCI),
en el López de Ayala. Y es que del 14 al 18 se ha venido celebrando en
Badajoz uno de los Festivales cinematográficos con mayor personalidad en
España, dada su impronta ibérica e hispanoamericana.
Y lo que
parecía iba a ser una ceremonia más de entrega de premios, discursos
rebonitos y tal, se convertiría en un acto, donde la entrega de las
diferentes distinciones a los ganadores se dio la mano con un fin de
fiesta soberbio y, como remate de los tomates, un sentido homenaje a
uno de los nuestros: Juan Margallo (Juan Francisco Margallo Rivera,
Montánchez, Cáceres, 1940), santo y seña de las tablas extremeñas,
donde ha hecho de todo --y, al decir de todo, quiero decir de-to-do,
que tiene tela-- además de intérprete de reparto en un montón de pelis
y programas de televisión, especialmente los dramáticos, con varios
premios Max de las Artes Escénicas y lo que te rondaré, morena. Y por
lo que pudimos presenciar, que no lo conocíamos personalmente,
queridísimo por dramaturgos, directores, actores y lo que yo te diga,
especialmente en Extremadura, su tierra. ¿Será posible?
Como
sería la cosa, que después de oír alabanzas sin cuento sobre este
hombre menudo, como poca cosa, Sinforosa, ojos vivarachos, de pelo
blanco y revuelto, como de sabio despistado, gafas de empollón, siempre vestido de informal, cautivador por su
eterna sonrisa, la amabilidad personificada y siete cosas más, me quedé
como traspuesto ante tanta margallofilia. Y, ya en el hogar, dulce hogar, todavía sigo dándole vueltas al asunto: ¿de qué pasta estará hecho el tal Margallo?
ENTREGA DE PREMIOS
La
cosa empezaría divinamente, pues el director del festival, el
cinematográfico Alejandro Pachón Ramírez, uno a quien no hay quien le
tosa después de haber debutado con un pequeño papel en la peli Un novio para Yasmina, que va y me regala el Catálogo del FCI.
Y,
levantado el telón, que por allí aparece una tal Ana Rosa Alegre, una
actriz como la copa de un pino, con salero para dar y regalar, que nos
iría distrayendo con sucesivos monólogos, a modo de presentadora,
conductora o como se llame esta figura. La moza Alegre nos hizo sonreir
casi siempre, otras, no tanto, pero si hubiera estado un pelín más
corrosiva y esperpéntica, seguro que la llama Pedro Almodóvar para una
de sus pelis de mujeres al borde de un ataque de nervios.
Y, siempre
de su mano, fue llamando a los ganadores del certamen, así como a las
damas y caballeros que los entregaban, dándose 9 premios, 9: al
cortometraje ganador (Onofre y 6.000 machacantes), al segundo (Onofre y
2.400), al del público (Onofre y 2.000 euros de vellón), a las Mejores interpretaciones masculina y femenina, al mejor Director-a y a la mejor Banda sonora (un Onofre a cada, pero sin un puto euro, que ya está bien soltar tanta pasta), y dos especiales
más: premio AEC, a la mejor Fotografía, y Premios Reyes Abades, al
mejor Guión. Aparte del honorífico, concedido a nuestro Margallo I de Montánchez.
LOS MEJORES CORTOS
Y,
al estilo Goya, pero mucho más sencillo y sin tanto rollo mediático,
pudimos disfrutar con la actuación de una pareja musical de película:
Antonio Serrano, a la armónica electrónica, y Federico Lechner, al
piano, que deleitarían al selecto público con un extraordinario recital
de música de cine y de jazz.
No me quedé con los nombres de los
ganadores, que este mundillo no lo tengo asendereado. Pero sí que
disfrutamos con el último acto: la proyección de los tres mejores cortometrajes, desde el 3º hasta el ganador: Deus não quis (Dios no quiso), una historia portuguesa de amor y desencuentro, algo trasnochada y cursi, Tests,
una historia de cuatro mujeres distintas, pendientes de un hilo, mejor dicho, del termómetro del embarazo, y, el
mejor, sin duda, Traumalogía (Traumatología, no, Traumalogía,
que lo he puesto bien), una historia increíble, de peli de las caras,
que transcurre en una iglesia, en la boda de una pareja,
interrumpiéndose por el infarto del padre del novio, trasladándose la
familia al completo --con cinco hermanos-- al hospital, a la espera del
fatal desenlace, dando lugar durante la noche al desencadenamiento de una serie de traumas
y miserias humanas.
DETALLES
El FIC contó con numerosas actividades a lo largo de los cinco días, con presentación de libros específicos, pelis infantiles en la Feria del Libro, además de la proyección inaugural de la película Un novio para Yasmina (Dir., Irene Cardona, Interp., Sanaa Alaoui, Mª Luisa Borruel, José Luis García Pérez, Francisca Olmo..., producción hispano-marroquí, Tragaluz (España)-Tangerine Cinema), con el López abarrotado de gente. Y nosotros tuvimos la suerte de
verla, ahora que cerca del "gallinero". Un poco más, y nos mandan a la
terraza del López. ¿Será posible?
Visto lo visto, vaya mi enhorabuena a Alejandro Pachón, el
ínclito director del FCI y, de manera especial, a Francisco Espada,
superintendente de Tragaluz, la productora del mismo. Un joven al que
no conocía y que Paco Muñoz, director del Área de Cultura de la
Diputación Provincial, que andaba por allí, me presentó, espetándole con la pregunta del
millón:
--¿Pero no conoces el blog del Avisador de Badajoz?
Y
el tal Espada que dijo que no, así, por las buenas, pero no te
preocupes, que ya entraré, me pondré en contacto contigo, que siempre
es bueno tener más medios que difundan lo nuestro del cine y del
teatro, y tal y tal. Ahí va mi dirección de correo electrónico, para lo que se te ofrezca, etc., etc.
Todo rebonito y tal, pero yo voy a ver si, una vez que conozca
los entresijos de estos Festivales, me hago el interesante y consigo un papel "a lo Hitchcock", un cameo de jubilatas o cosas así,
en una de las pelis de estos de Tragaluz, que llevan años
dedicándose a las producciones teatrales y cinematográficas por estos andurriales.