En
mis ya numerosos escritos sobre la destrucción del patrimonio histórico
de nuestra ciudad, tanto arquitectónico como antropológico, inmueble,
etc., me he referido en no pocas ocasiones a cómo a partir del siglo
XVIII, cuando mucha nobleza se hace cortesana y emigra a sus nuevas
casas en Madrid o Sevilla, llevan en el fondo de sus baúles, la plata,
las tallas de imágenes sagradas, libros, manuscritos, cálices y otros
enseres. Además, sus carros van cargados y se alejaban de Jerez
repletos de bajorrelieves, armarios y muebles artesanos, cuadros,
campanas, libros y manuscritos, reliquias y no pocos tejidos,
alfombras, ornamentos, lámparas..., todo de singular valor y antigüedad.
Otro
tanto ha pasado cuando a lo largo de los siglos se han ido cerrando los
conventos. Los que ya tenemos cierta edad recordamos la desgraciada
salida de los Frailes del Corazón de María, en 1971, dando muestras de
incivismo, pues no sólo se llevaron de los legendarios recintos de
Aguasantas y San Agustín lo mejor que poseían a sus casas, con destino
a otras provincias, sino que destruyeron sin miramiento alguno, sin
pudor, las solerías, mármoles y azulejos, que decoraban el coqueto
convento de San Agustín erigido allá en el siglo XVI.
Así,
siglo tras siglo, aquellos bienes aportados por los vecinos que
retornaban de largos viajes a la ciudad que les vio nacer, o frutos de
las limosnas de los fieles, o de promesas, o producto de donaciones,
etc. todo ello ha ido saliendo de Jerez de los Caballeros sin que nadie
pusiera pie en pared para evitarlo.
EL CONVENTO DE NTRA. SRA. DE GRACIA
Me
enteré casi por casualidad el pasado verano que se marchaban las
monjitas amigas del Convento de La Gracia, el más antiguo, raíz de
otros que en la ciudad estuvieron. Fue primero beaterio y con casi
seiscientos años a sus espaldas, así, sin que doblen las campanas, sin
que la ciudad constituida en corporación se dé por enterada, sin que
brote una lágrima, así, sin más, se van, se han ido ya cuando publico
este artículo.
Pero
no se van con lo puesto, pues la autoridad competente, ha decidido que
desde el Convento de Santa Ana, de Badajoz, comience un trasiego, un ir
y venir de furgonetas trasladando de sitio la historia de medio milenio
para arrinconarla en espacios ajenos a Jerez, si que una comisión de
nuestra ciudad haya participado en este hecho, si siquiera los párrocos
ni otras autoridades eclesiásticas del arzobispado.
¿DE QUIÉN SON LOS BIENES DEL CONVENTO DE LA GRACIA?
Según
la titularidad y la larga custodia de los mismos, han de pertenecer al
propio convento los bienes con tanto cariño guardados, o tal vez al
Obispado, a la iglesia oficial en definitiva. Pero, moralmente, todo lo
que ese convento alberga lo ha proporcionado la ciudad.
Catalina
Pinel, la fundadora, en 1434, empezó con nada. Fueron las limosnas, las
donaciones, los regalos, quienes fueron haciendo que, a partir del 30
de mayo de 1491 en que se erigiese formalmente la Comunidad por Bula
(Pia Deo) del Papa Inocencio VIII. Las religiosas han vivido gracias a
sus esforzadas labores de bordado y con las ventas de las delicias
practicadas en su obrador. Pero, sobre todo, por el apoyo popular. Una
ayuda que les ha hecho sobrevivir, aún en los años tremendos de pestes,
guerra, persecuciones y calamidades. Las monjas permanecieron siempre
ahí, en su casa, arropadas por el pueblo, defendidas por los vecinos.
Feliciano Correa Gamero
Doctor en Historia
Cronista Oficial de Jerez de los Caballeros
felicianocorrea@terra.es