El pasado viernes asistíamos en el Hotel Zurbarán a la
presentación en sociedad de los libros ganadores de los Premios Ciudad de Badajoz,
en su edición de 2005. Concretamente, el IX de Novela, que recayó en la
obra titulada Madera de Oriente, de Carlos Sánchez Pinto, y el XXIV de Poesía, que fue para Luz previa a la Luz,
de Miguel Ángel Gara. Editadas ambas por Algaida. Tres cuartos de
entrada en la sala y los que no fueron se lo perdieron. En la mesa
presidencial, comandada por Consuelo Rodríguez, concejala de Cultura,
los dos autores, junto a los presidentes de ambos jurados, Jaime
Álvarez Buiza, el de Poesía, y Manolo Pecellín, el de Novela. Y entre
el público asistente, el alcalde de la ciudad, Miguel Celdrán,
numerosos concejales, el general jefe de la Base Militar de Bótoa, y
gente variopinta de la cultura local, entre escritores, editores,
profesores, gente del común y jubilatas de oro, plata y platino. Y
haciendo de fotógrafo de cámara, que echamos en falta la presencia de
alguno de los miembros del famoso trío --Manolo, Enrique o Juan
Carlos--, nuestro ínclito y todoterrenal Álvaro Meléndez, que hizo un
reportaje al mejor estilo vidartiano.
Y aquello, que los carteles
anunciaban como una presentación más de libros de en Badajoz, se
convertiría en un recital lírico por todo lo alto, una lección
magistral de crítica literaria y un monólogo apasionado de un novelista
y sus circunstancias. En la primera parte de la función intervendría
Jaime Álvarez Buiza, el poeta relojero, que glosó de forma aseada el
poemario premiado, alabando sus virtudes y tal, con lectura de algunos
versos emblemáticos. Tras el que se presentaría en esta plaza Miguel
Ángel Gara, que leería varias estrofas de Luz previa a la Luz,
"unos quince minutos", dijo el poeta. Comenzar su pausada lectura, que
de inmediato suenan unas notas musicales de un piano próximo, y la
pianista era una joven rubia, esbelta, seria, vestida de negro, Joanna
se llamaba, esposa del autor. Y a sus sones acompasados, suaves,
cadenciosos, ora subiendo, ora bajando de tono y de ritmo, la lírica se
adueñaría de todos los corazones. Especialmente empeñado su autor en
saber qué hay "antes de" la luz y de casi todo en la vida. Y el tal
Miguel Ángel, con su verbo pausado, entusiasmado, leyendo más y más
estrofas. Y su Joanna, armonizándolo divinamente. Y aquello que iba
para unos minutillos, se acercaba a la media hora. Y la gente, en el
séptimo cielo. Y, claro, pasó lo que tenía que pasar. Que dos madamas
de la Tercera Edad a mi derecha, rendiditas, relajadas, que se han
dormido sin tirar del pastillero ni nada. En brazos de Morfeo, las
pobres. Pero la cosa pudo ir a mayores, que el andoba quería leerse el
librito entero. Menos mal que alguien tosió y bajamos del cielo a la
realidad, por lo que el fuerte aplauso que recibió el dúo Miguel
Ángel-Joanna fue de lo más merecido.
SEGUNDA PARTE
Pasando a la segunda parte de
la parte contratante, la cosa arrancaría con la disección documentada
que hizo Manolo Pecellín de la novela de Carlos Sánchez, ejemplar,
modélica, todo un tratado de crítica literaria. Eso sí, tras leerse el
figura tres veces la novela. A la que calificó de "perfecta". Y luego
empezaría a desgranar su entramado argumental, sus personajes, el
tempus de la narración, el estilo y los recursos del autor, su
vocabulario, propio del mundo rural abulense. Y, encantado de haberse
conocido, con la gente sin perder hilo, el de Monesterio que nos daba
pelos y señales de personajes, ambientes y demás, como si él hubiera
escrito la novela. Y, para que no faltara de nada, daría un palmetazo a
los editores, que encontró bastantes erratas y al final se "comieron"
algunos renglones. Y tras la clase particular y gratuita, que el
académico dio paso al autor, un perfecto desconocido por estos
andurriales hasta que se puso delante del micro. Y allí tendríamos
ocasión de conocer a un hombre que se viste por los pies, a un escritor
que abrió su alma y su almario al respetable, donde no se oía una
mosca. Y Carlos hablaría de las obras y de sus autores, de los motivos
y las manías que mueven a tantos y tantos a poner negro sobre blanco. Y
pondría en su sitio a los grafómanos, a los maníacos por escribir lo
que sea y donde sea. Y de la relación de amor/odio entre el autor y su
obra. Y allí nos enteramos que al tal Carlos cosas tan aparentemente
nimias como una foto, una semilla, unas gotas de lluvia, le ponen. Y
que Madera de Oriente estaba destinada al fuego, pero que fue salvada in extremis
por el consejo de un amigo. Una novela que, según él, estuvo varios
años en el "corredor de la muerte". Obra que, a partir de ahora, ya no
le pertenece, es de los lectores. Y la gente, embobada, con la boca
abierta, escuchando a este fino escritor y filósofo autodidacta,
desconocido hasta el viernes en Badajoz. Cuando terminó, con el reloj
como si se hubiera parado, el personal se lo agradecería con una
ovación. Y los más cercanos, que se levantarían presto para agenciarse
los libros expuestos en la mesa, que querían llevárselos con la
dedicatoria de sus autores.
EL CONVITE
Y, después de la
función, que nos invitan a un aperitivo, servido como Dios manda en un
salón anejo del Hotel. Y estando con el jamón y los vinos --Lar de Barros, blanco macabeo y tinto cabernet-sauvignon y tempranillo, dos riberadelguadiana
de las acreditadas Bodegas de la Cooperativa Montevirgen, de Villalba
de los Barros, vinos de Tierra de Barros, A, R., naturalmente--,
rodeados de amigos, que tenemos la suerte del campeón: llegan los
autores y se ponen a nuestro lado, el de la prosa, a la diestra y el de
la lírica, a la siniestra. Y allí que nos presentamos, nos enrollamos y
tal. Y antes del clásico intercambio de tarjetas y direcciones de
correo electrónico, que me entero que los dos son de...¡Telefónica!
¡Manda huevos con los de César Alierta, el cacique del Imperio azul! Y
el tal Carlos, todo un caballero, ingeniero jubilado, uno de Ávila que
reside en Madrid, que te cuenta y no acaba de sus cinco novelas, cinco,
sus treintaytantas antologías de cuentos, su libro sobre juegos
infantiles tradicionales de Ávila y la biblia en pasta. Y que se
enrolla y me dice que me lo va a mandar, así, por mi cara bonita. Y el
de la poesía, un tipo muy joven de Salamanca que también vive en
Madrid, con su Joanna, profesora de música, para que le armonice todo,
que trabaja como psicólogo. Y que de esto, de escribir, no se vive.
¡Malos tiempos para la lírica, pardiez! ¿Pero que tienen los de
Telefónica, Señor, que se llevan todos los premios? Y es que Telefónica
parece El Parnaso, cuántos buenos escritores por metro cuadrado hay en
sus filas.
En fin, gratísima jornada ésta de la presentación de
los libros ganadores de los Premios Ciudad de Badajoz 2005, en poesía y
novela. Y eso que me vine a dos velas, que no pude hacerme con ninguno
de ellos. Pero el rato tan bueno que pasamos, con ellos de pretexto, no
hay quien nos lo quite.