Ayer, desde bien temprano, el Palacio de Congresos de Badajoz se llenó
de libros. Y de profesores y alumnos de todas las tallas, de
bibliotecas y escritores, de editoriales y lectores, y de la biblia en
pasta. Ahí es nada, el Palacio de Congresos, convertido por unos días
en el Palacio de los libros y de la lectura. Y es que se celebraba en
la capital extremeña el I Simposio Internacional de Universidades Lectoras,
subtitulado "De mar a mar", con la participación conjunta de las
Universidades extremeña, sevillana y alicantina, además de las
Universidades e Institutos Politécnicos de Portugal, y aquello fue el
acabóse, el desiderátum librero, el despiporre lector, el no va más del
ingenio y la creatividad para que la gente lea, aunque los
destinatarios fueran, en principio, los universitarios. Con un montón
de gente invitada, con el auditorio casi lleno y, lo que es bueno, con
los libros hasta en la sopa. Quiero decir, además de en las estanterías
y mesas reglamentarias, como suele ser costumbre, tirados cuidadosamente en el vestíbulo de entrada, en los maceteros, por todos los pasillos y rincones.
Y es
que había una actividad que consistía en el "tuneado de libros", con
media tonelada de libros en el hall de entrada, junto a los famosos
asientos en barricada, y allá que me veo cómo tropecientos ávidos
lectores de todas las edades, sexo y condición, que me rebuscan los
libros, los cogen, los hojean, se leen unas paginitas y, con
rotuladores, los personalizan. Y, hecho ésto, al morral, que ya es
tuyo. Y esto no era más que empezar, que después vendrían un sinfín de
actividades en todo el Palacio. Como conferencias, charlas y
seminarios, talleres, encuentros con los profes, otros pero con los
escritores, mesas redondas y rectangulares, debates, así como
exposiciones de lo más variopintas, bibliotecas infantiles, visitas
guiadas de colegios y otros centros de enseñanza --todo un detalle la
presencia de los mozos y las mozas de Aspaceba, incluidos algunos con
sus carritos de minusválidos--, propuestas para interactuar y simposios
virtuales. Sin olvidarme de la presentación de libros y revistas,
exposiciones de gráficos e imágenes, etc., etc.
Sí, señor, todo un vendaval creativo alrededor del libro y la lectura
que nos ha organizado el todoterrenal equipo del Servicio
Interfacultativo de Lectura de la Facultad de Educación, con Eloy
Martos y Ángel Suárez, entre otros, a los mandos. Y después de la
inauguración, donde, afortunadamente, estaban los segundos escalones de
la Universidad, la Junta, la Diputación y el Ayuntamiento de Badajoz
--los barandas mandarían el recado ese tan manido de que no podían
asistir "por problemas de agenda", como si las agendas dieran
problemas, se tiran a la basura y se compran otras que no los den--
cada mochuelo se iría a su olivo y aquello parecía un Palacio sin Rey,
ni presidente, ni delegado del Gobierno, ni nada de nada, pero donde cada uno se
iba acoplando a las actividades que más le gustaban. Por libre. Self service,
que se dice ahora. Y aquello funcionaba. Con cierto guirigay al
principio, es verdad, pero es que el trasiego de intervinientes y
espectadores durante la mañana y la tarde fue una constante.
Para
que no faltara de nada, en los descansos y durante los cambios de
actividad podías tomarte un café Delta con pastas, servido por una
gentil azafata. Y ayer, por ser el primer día, el Ayuntamiento de
Badajoz daría una recepción a los participantes en el hermoso patio del
claustro del Museo Luis de Morales, con un excelente convite a cargo
del Real Proveedor de Fiestorros y Saraos del Reino de Badajoz, excelentísimo señor don
Gonzalo Guijarro Merelles, Marqués de Catering-31, que merecería el
aplauso unánime de la concurrencia. Lo mejor en jamones, quesos, lomos
y otras delicias gastronómicas de nuestra Extremadura, regada con un
vino de impresión, Nasarat joven, uva merlot, añada 2004, un vinodelatierradeextremadura de las acreditadas Bodegas de Gaspar Santos e Hijos, de Badajoz, casa fundada en 1878.
¡VA DE CUENTOS!
Y
cuando uno más tranquilo estaba en su retiro dorado, aunque tenía
previsto asistir con la patronal al evento, que van el Eloy y el Pedro
Montero jr. --uno de su equipo, por cierto-- que me tiran los tejos una
semana antes y me meten de rondón en el programa con una intervención
sobre Los cuentos,
con lo a gustito que estaríamos de oyentes y mirones. Y ahí me veis por
la tarde, después de recargar el chip en casa, contando los
cuentecillos de toda la vida, los de tradición oral que recogí en
Badajoz hace algunos años, a una cuarentena de jóvenes maestros y mozos
y mozas de la Universidad, además de a unas pequeñuelas, que resultaron
ser mis nietas, que llevaban el secreto encargo de jalear y aplaudir al
abuelo por si aquello se ponía feo.
Y el Eloy que dice que me quiere
presentar y el tío que va y me pone por las nubes, y resulta que el
menda me conoce como si me hubiera parido. ¡Cuánto honor! Y uno,
encantado de haberse conocido por actuar en un Palacio, aunque no venía
precisamente a pedir la mano de la hija del Rey --de Eloy I, no, que
los Reyes no llevan nombre en los cuentos, con Rey basta-- después de
superar las tres pruebas difíciles que siempre ponen en estos relatos a
quien ose casarse con la princesa rebonita. Ni a pedirle la corona y su
herencia después de llevarle la flor maravillosa que pidió a sus hijos,
encontrada en un camino intrincado el monte. Un Palacio, pero de libros
y lectores, de autores y editores, de profesores y alumnos, de
bibliotecarios e impresores. Un Palacio, en suma, de la cultura y de la
vida.
Y, antes de regresar, paseo espacioso por las estancias para hojear libros y ver algunas exposiciones ad hoc. Como una sobre el Expotren de Extremadura --ideal para los chavales-- y otra, más modesta pero que cunde lo suyo, sobre Lenguaje gráfico, Matemáticas y Humor
que han montado, al alimón, Pablo Flores, catedrático de Mates en la
Facultad de Educación de Granada, y nuestro amigo Lorenzo Jota Blanco, ídem de ídem
en la de Extremadura, con sede en Badajoz. Merece la pena verla --son
35 las láminas expuestas, de las 2.000 que el profe andaluz ha reunido
en 10 años--, porque con una sonrisa la vida se ve de otra manera.