Ayer, sábado, sabadete, con tiempo nublado, amenazando lluvia, pero con
buena temperatura, rondando los 25º a mediodía, nos largamos la
patronal y este escribidor al Casco Antiguo. Era el primer sábado de
mes, las pagas recién cobradas se notaban en los bolsillos y coincidían
el popular Rastrillo de antigüedades y artesanías y la Feria de la
tapa, en su IV edición. Dado el tiempo inseguro, menos puestos que en
otras ocasiones, aunque, eso sí, luciendo toldos y lonas por si las
moscas y los moscardones. Y la gente que iba y venía plaza Alta arriba
y abajo. Los tenderos, espabilaos ellos, aprovecharían divinamente los
soportales de la plaza de Marín de Rodezno, pero no llovió. Pero quien
estuvo en su sitio de centinela, sin moverse del puesto, oteando lo que
pasaba abajo, fue la paciente cigüeña de la Torre de Espantaperros, una
fija de nuestro paisaje urbano. Y dando una visual a la histórica
plaza, que vemos como uno de los nuevos inquilinos ha colocado un
aparato de calefacción, marca Firstline,
en uno de sus balcones con vistas, que son todos. Y dentro de poco,
otros vendrán y le pondrán los cierres de aluminio y los toldos. Y
otros, las macetas y los tendederos de ropa, con las sábanas, los
calcetines, las bragas y los calzoncillos de los señores. Restauremos
un monumento emblemático en Badajoz para que vengan y lo conviertan
en... ¡una corrala, un patio de vecindad! Y otra cosa visible es que
las obras de reconstrucción de edificios en las calles Moreno Zancudo,
El Brocense, San Lorenzo y Concepción, además de la propia plaza Alta,
continúan, aunque parece que lo hacen a paso de tortuga del
Pleistoceno. Desesperante.
Y entre miradas por aquí y fotos por
allá, que vemos como uno de los merchantes de la plaza está tratando de
vender un catre del año de la pera a unas señoras mayores. Y para
hacerles una demostración, que va el tío y, con toda su humanidad, que
se echa encima, estando a punto de dar con sus huesos en el puto suelo.
¡El tiro por la culata! Y el anticuario, venga a recomponer las
pletinas dobladas, como si nada. Échese usted, verá, les decía. Y las
dos señoras, que saldrían corriendo a escape, no fueran a trajinarlas.
¡A LAS RICAS CASTAÑAS!
Y
en la "esquina del Rastro", la confluencia de las calles Concepción,
Zapatería (Moreno Zancudo), El Brocense y Corregidores (Soto Mancera),
los de la AECAB que habían montado un puesto de castañas asadas y
licores. Y allí que la gente se fue apalancando mientras subía o
bajaba, degustando las exquisitas castañas y dándose unos lingotazos de
anís o de licores light de melocotón y avellana. Hasta que se agotaron, el botillerío y dos sacos con 80 kilos de las popularísimas calentitas.
Y
cuando bajábamos, a la altura de la iglesia de la Concepción, que vemos
como sale un bautizo, arremolinándose la gente, muy peripuesta para la
ocasión, alrededor del neófito, de nombre Jesús, que iba todo de
blanco, blanquísimo, dormidito y con chupete, y no se enteraría de la
bulla que había a su alrededor. Y nos damos cuenta de que los padrinos
de la criatura deben ser más roñosos que el tío Morroña, porque no
tiraban céntimos ni euros a los muchachos, ni caramelos ni rosquillas,
ni nada. Como se hacía antes, que eso sí eran bautizos. No como los de
ahora, de la iglesia al convite en las afueras, a llenar la andorga y
¡a vivir, que son dos días! Pero nuestro Jesusín no tiene la culpa,
pobrecillo.
Y
en los cruces estratégicos de la calle San Juan, que allí estaba él, el
único, el ínclito concejal encamisado, con sus muchachos, repartiendo
papelas a diestra y siniestra. Y, como siempre, chupando cámara cada
vez que hay un acto masivo en el Casco Antiguo, para repartir panfletos
y hojas volanderas de su partido dando caña al Ayuntamiento, a la Junta
de Extremadura y a quien sea menester. Pero, en esta ocasión,
sorprendentemente, no se metían con nadie, no pedían juicios
sumarísimos ni la perpetua para ningún concejal del equipo de gobierno
municipal, sino que aireaban sus posiciones sobre el Centro comercial
abierto del Casco Antiguo y sobre el maltrecho Puente Real. ¡No me lo
podía creer! ¿Será la proximidad de las elecciones que se nos vienen
encima?
Pero
es que al pasar por la plaza de España que vemos como sale un bodorrio
de la Catedral, como todos los sábados, con decenas de invitados
esperándoles en la escalinata para tirarles kilos de arroz y miles de
pétalos de flores y gritarles eso tan consabido de ¡Vivan los novios!
Y, hala, con la gente de tiros largos, al coche, que espera un almuerzo
de confraternidad por todo lo alto, seguido de sobremesa, cava, café,
copa y puro, regalitos de recuerdo, los cubatas, discotequeo del bueno,
jamón ibérico de tentempié, churros con chocolate y la biblia en pasta
hasta que den las del alba.
RUTA DEL TAPEO
Con tanta boda y
bautizo, que se te hace la boca agua y, como estamos en el mejor sitio
y en el mejor momento de Badajoz, que se va la troupe Monterini por los
sagrarios gastronómicos del lugar. Y después de ver cómo todos los
locales de tapas de las calles San Juan, Virgen de la Soledad, Vicente
Barrantes, Meléndez Valdés, Muñoz Torrero y Felipe Checa están de bote
en bote, que asentamos nuestros reales, sucesivamente, en dos que
tienen veladores en la calle y con algunas mesas libres: el Gran Café
Victoria y el Restaurante La Ría. Lo importante para nosotros no eran
las "estrellas", las tapas guay del Paraguay, sino las sillas y las
mesas. Pero las calles estaban que daba gloria verlas. Y un poco antes
de las cuatro, que se pone a llover. Pero la gente sentada en los
veladores, impertérrita, sacando sus paraguas y sin moverse del sitio,
bebe que te llenen y pídeme otra tapa. ¡No nos moverán!, parecía ser el
mensaje. Y la lluvia se iría y el personal, encantado de haberse
conocido. Y los camareros tardando la intemerata para servirte en las
mesas. Pero ni por esas, que la gente lo estaba pasando pipa en grupos
de amiguetes, parejas y jóvenes familias con los pequeñuelos en sus
carritos de bebés. Eran más de las cuatro, con un sirimiri soportable,
cuando cogimos la vereda camino de nuestros lares.
Habrá
que volver, que la cosa dura todo el mes de noviembre. Pero la próxima
me llamo a algún director de los caros del cine español para que haga
un reportaje costumbrista de estos sábados en el Casco Antiguo. Y si no
puede ser Pedro Almodóvar, que me parece que no, pues me traigo a mi
tía Federica que tiene un equipo de cine de antes de la guerra, con
manivela, pero que todavía funciona.