
El
ciclismo de alta competición, el ciclismo mediático y de colorines –la
serpiente multicolor del topicazo— ha vuelto a escribir otra página
negra, negrísima. Y van... Que resulta que el
último ganador del Tour, el americano Floy Landis, después de
proclamarse ganador por el morro en los Campos Elíseos de París, dio
positivo en los controles después de llegar en solitario a Morzine, en
la 17ª etapa, tras ponerse como el Quico de drogas prohibidas –la
testosterona, en este caso-- la noche antes.
Una etapa en la que el
yanqui tramposo fue calificado como “extraterrestre”, “venido de otro
mundo”, “héroe del ciclismo” y otras zarandajas parecidas por los
medios de comunicación. En detrimento de dos españolitos a dos ruedas a
quienes nadie conocía salvo en su casa y en su pueblo, cuyos apellidos
no son Bahamontes ni Induráin, precisamente. Óscar Pereiro y Carlos
Sastre, segundo y cuarto, respectivamente, a la llegada del Tour al
París de la Francia.
EL CICLISMO, TOCADO
Independientemente
de si le quitan el título al fullero de Floy y se lo repasan a Pereiro, nuevo mazazo del
deporte superprofesionalizado. Y es que todo lo que toca don Dinero, el
dichoso money, lo corrompe. Y aquí, en este nuevo circo mediático, se
ventilan muchos derechos de imagen, publicidad y espectáculo. Demasiado
para el cuerpo de un Landis cualquiera, que aprovecha para tomarse
cuarto y mitad de drogas prohibidas y "resucitar" después de una
pájara.
El ciclismo, con estos escándalos --el penúltimo, el de
las transfusiones de sangre--, está tocado, aunque sabemos que siempre
pagan justos por pecadores. Esos esforzados héroes de la carretera que
luchan contra las adversidades de la ruta a golpe de pedal y de
corazón. Sin testosteronas, transfusiones ni puñetas. ¡Y ahora viene la
Vuelta a España, con una etapa por Extremadura! Y cuando alguien se
escape en solitario y saque tropecientos minutos a los demás, siempre
nos quedará la duda de si lo ha hecho con un par o va de drogas hasta
el casco. Por lo que mi consejo es que mandéis a hacer puñetas la tele
y cojáis la bicicleta doméstica por Badajoz, con la fresca, para hacer
la "vuelta a La Granadilla" o alguna de sus afamadas "rutas del
colesterol". Seguro que vuestros cuerpos serranos lo agradecerán. De
nada. A mandar.