Un
año después de cumplir su centenario (1905-2005), el C. D. Badajoz S.
A. D., actualmente en el pozo de la Segunda B del fútbol español, se
encuentra abocado a su desaparición. La pésima gestión de las últimas
directivas, un equipo de peloteros que no le mete un gol ni al arco
iris, una corta afición que le ha dado la espalda en el Nuevo Vivero
--sólo 2000 espectadores en los partidos de máxima audiencia--, una
deuda "histórica" de plomo, la falta de respaldos empresariales y el
divorcio con el Ayuntamiento han sido, entre otras, las razones por las
que la entidad blanquinegra camina derechita hacia el infierno. A pesar
de la buena voluntad de su actual propietario, Eloy Guerrero, que ha
puesto su hacienda por medio, y de la sabiduría deportiva de su
presidente, mi amigo Manolo Pérez Lozano, los días del C. D. Badajoz
parecen contados. Club arruinado, debiendo a todo el mundo, incluido el
encargado del botijo, el tándem Guerrero-Pérez Lozano parece que tira
la toalla definitivamente. Y, por si fuera poco, recibiendo zancadillas
sin cuento de otro "prócer" del fútbol en Badajoz --el ínclito Antonio
Olivera, Cachola, presidente del C. D. Cerro de Reyes-- que están
impidiendo la entrada de nuevos propietarios en el Club. Éramos pocos y
parió la abuela, que dice el sabio refranero. Puro reino de Taifas, que
digo yo.
Ahí
es nada, una sociedad centenaria, vivero de grandes jugadores, algunos
de ellos militando en Primera División --Adelardo, Eusebio, Job, el
propio Pérez Lozano--, santo y seña del mocerío y de la juventud de
todas las épocas en Badajoz, al borde de la desaparición. Uno, que no
cree en los milagros sino en el trabajo bien hecho, no puede dar
crédito a lo que sus ojos están viendo. El lunes 31, a las doce de la
noche, último día de plazo --como los pésimos estudiantes, que lo dejan
todo para el último día, a última hora y en el último segundo--, el
muerto viviente..., digo, el C. D. Badajoz, sus gestores, los
aficionados pacenses, los empresarios y sus responsables municipales,
por este orden, tienen una cita con la pequeña historia local. ¿Sabrán
estar a la altura de las circunstancias?