Ayer por la trade, con una temperatura excelente y numeroso público
deambulando por el recinto de las casetas de la plaza de San Atón, se
inauguró la Feria del Libro de Badajoz, que este año conmemora su XXV
aniversario. Un tropel de autoridades, periodistas, gentes de la
cultura local, curiosos y fotógrafos se agolpaba a las puertas, con el
alcalde de la ciudad, Miguel Celdrán, a la cabeza. Junto al primer
edil, al que acompañaban el guaperas del director general de Promoción
Cultural, José María Corrales de Pedro, y el pregonero del año, el
jovencísimo Isaac Rosa, toda una corte de concejales "populares" y
socialistas, diputados y responsables de Fomento de la Lectura de la
consejería de Cultura, de la Diputación, libreros, editores,
escritores, profesores de todos los gremios, jubilatas de oro y
lectores a granel. Con quienes se iniciaría la tradicional vuelta al
recinto --este año contando con las casetas de 12 librerías y 5
editoriales--, saludando a libreros, expositores y demás fauna que
vive/sufre de/por los libros. Y al final, a la sede del Colegio de
Abogados, a un tiro de piedra, donde tendría lugar la inauguración de
la Exposición bibliográfica Ordenanzas Municipales y Fueros de Extremadura,
con la colaboración imprescindible de la Unión de Bibliófilos
extremeños --este año en su X edición--, contando esta vez con 92
documentos de todo tipo y de toda la Región --algunos de ellos
valiosísimos--, entre los que destacaba, por lo que nos afecta, las Ordenanzas de la M. N. y M. L. ciudad de Badajoz (...) aprobadas por el Supremo Consejo de Castilla en 28 de enero de 1767.
Ordenanzas que, reeditada en facsímil por el Ayuntamiento de la ciudad
en los años 90, haría en 1995 millones de kilómetros dando vueltas a la
tierra, en un viaje histórico, a bordo de un transbordador espacial
Columbia, de la mano del astronauta americano, de ascendencia pacense,
Michael López-Alegría. Nuestro Joaquín González Manzanares, bibliófilo
de pro y presidente de honor de la UBEx, sería quien actuaría de
cicerone, explicando algunos pormenores de la exposición, aconsejando,
y bien, que nos hiciéramos con el Catálogo. "Que las Exposiciones, por
muy buenas que sean, pasan, son efímeras, y lo que nos queda es el
Catálogo para disfrutar". Y eso hicimos, que es realmente
extraordinario --con estudio introductorio de Ángel Bernal, de 67
páginas apaisadas, las 19 últimas conteniendo excelentes fotografías de
la ciudad de Badajoz --made in Isidro
Álvarez--, completadas con textos de las Ordenanzas de 1767--, y
soberbiamente impreso en los talleres de los hermanos Álvarez Sánchez,
de esta ciudad. O séase, en Tecnigraf.
Vuelta a la plaza, comenzaría
el acto institucional en la carpa de la Feria, con aire acondicionado
subidito y más de medio aforo cubierto, con la intervención, por este
orden, de Consuelo Rodríguez, concejala de Cultura, que actuaría de
conductora del acto, Francisco Huerto Romero, presidente del gremio de
libreros, que recordaría la feria fundacional --en 1981--, los vaivenes
políticos y organizativos que tuvo en esos 25 años --destacando la
labor de Tomás Martín Tamayo y Hernán Cortés Villalobos-- y a algunos
compañeros, fallecidos en plena madurez --debió mencionarlos, entre
ellos el malogrado Carlos Doncel, de La Alianza, librería ya
desaparecida--, y Joaquín González Manzanares, cuyo fondo
Clot-Manzanares ha pasado a disposición de todos en la Biblioteca
General de Extremadura, a quien Badajoz y esta plaza "le ponían",
recordando sus años adolescentes cuando visitaba a hurtadillas, con sus
amigos, la biblioteca que había en lo que fue antiguo Seminario
diocesano. A los que seguirían Tomás Martín Tamayo, "padre" de la
primera Feria del Libro de Badajoz, en 1981 --1ª de Extremadura y 14ª
de España, según sus datos--, montada en el paseo de San Francisco,
contando las penurias y peripecias por las que pasó, como consejero de
Cultura de la Junta de Extremadura de la época, para sacarla adelante,
con 11 casetas alquiladas, 1.300.000 leandras de presupuesto, salido de
todos los sitios menos de las arcas municipales y de la Junta. Que tomé
los datos para la pequeña historia de nuestra Feria: por parte de
Javier Tussell, del Ministerio de Cultura, 800.000 pelas, completándose
con aportaciones de las Cajas de Badajoz y de Extremadura y del Banco
Popular. Con trifulca de libreros incluida, sin presentación de libro
alguno y con tres conferenciantes de lujo: Antonio Hernández Gil, Pedro
de Lorenzo y Pedro Hierro. ¡Y no fue una feria municipal, y eso que
tanto él como Antonio Regalado Guareño, su mano derecha, eran
concejales del Ayuntamiento de Badajoz! ¡Como ha pasado el tiempo!
Tiempos duros y de controversia política aquellos años --cambio de la
UCD por el PSOE en el gobierno de España y de sus municipios--, por lo
que más mérito tuvo que arrancara una iniciativa pionera, como esta de
la Feria del libro pacense. Gracias, Tomás. Gracias, Antonio. Y gracias
a vuestros muchos colaboradores de la época. Veinticinco años os
contemplan.
Después
intervino el altísimo y fotogénico José María Corrales, un encanto de
criatura, que se congratuló de constatar el éxito de la Feria de
Badajoz, "una feria moderna", trayendo a colación la memoria de otro
personaje singular en el panorama bibliográfico de Extremadura,
fallecido el pasado año, Fernando Tomás Pérez González, a quien la
Editora Regional homenajeará este año en la Feria. Y para cerrar el
cotarro, el alcalde, Miguel Celdrán, que estuvo ameno y dicharachero,
como en él es costumbre.
Y
luego, el plato fuerte, con el Pregón a cargo del escritor Isaac Rosa
Camacho, nacido en Sevilla circunstancialmente, pero que vivió su
infancia y adolescencia en Badajoz. Porque resulta que --cosa que
desconocíamos-- su padre es Antonio Rosa Plaza, el que fuera indomable
dirigente de la UGT pacense, y su madre, Ángela Camacho Soriano,
concejala de Ferias y Fiestas con Gabriel Montesinos, de grata memoria
por mis trabajos sobre las fiestas locales.
Pero llegó el pregonero
--muy joven, indumentaria de negro, gafas de gruesa montura, un aire a
lo Peter Fonda--, con su cara de chico aplicado y, después de aterrizar
con suaves maneras, que puso boca abajo todos los tópicos que se dan en
este mundillo tan especial, y a veces esquizofrénico, como es el de los
libros, poniendo en su sitio, con lucidez e ironía a raudales, a
escritores, editores, libreros, lectores y organizadores. Y a los
lectores, que somos todos, nos puso en guardia, sobre todo, frente a
los escritores, esas "fieras literarias", animándonos a "no tenerles
miedo", a "ocupar las casetas" y a "cambiar y reconquistar la Feria".
Pregón provocador, inusual, políticamente incorrecto, que nos hizo
mover de nuestras butacas. El tal Isaac, el de la cara seriecita y
gafas de gruesa montura y tal, como de no haber roto un plato en su
vida..., ¡que llamó a la insurgencia a los lectores para no caer en las
garras del mercado! ¡Así, como os lo cuento! ¡A que den "caña" a todos
y a todo! ¡Que no traguen todo lo que les echen! ¡Pero que se esperen
la "revancha" de los autores, con libros que cuestionarán a los propios
lectores, su cultura, sus lecturas...! Buscar lecturas que no sólo nos
hagan sentir el placer de leer, una cursilada si se queda sólo en eso.
Hay que trabajarse las lecturas, "buscar lecturas duras, ásperas", hay
que conseguirlas con esfuerzo, que son "las lecturas que luego marcan".
Una vida, un tiempo, una época. El muchacho del traje negro, etc., con
su gente rodeándolo y haciéndole mil fotos, acabaría como los buenos,
dando de nuevo las gracias por lo insólito de haber sido invitado a su
ciudad a hacer de pregonero de su Feria del Libro. Este muchacho,
modosito y tal por fuera, pero con ideas que no dejan indiferente a
nadie, uno que en sus años infantiles soñaba con ser alcalde de
Badajoz, es una joya. Con que los aplausos echarían humo.
EL CONVITE, EN EL MUSEO
Como
colofón, el artista, familiares, amigos y gentes de la cultura local
serían invitados por el Ayuntamiento a tomar una copichuela en el
hermoso claustro de la Casa de Luis de Morales, donde se halla ubicado
el Museo de la ciudad.
Convite que estuvo magníficamente servido por
el Superintendente de las Cocinas y Bodegas Municipales del Ilmo. Sr.
Alcalde de Badajoz, Carlos Borrajo, ayudado por su fiel maestro de
hornos y bodeguillas, Marcos Cruz, a la sazón su cuñado. Pareja de
menestrales muy conocidos, por cierto, en Badajoz, por llevar la
empresa de catering Sukarma, S. C. y asentar sus reales en el conocido
bar Marina, en la barriada de María Auxiliadora. Y, fiel a su
tradición, entre tertulia por aquí y corrillo por allá, aunque eché en
falta a más gente --Consuelo Rodríguez y su maromo, Joaquín G.
Manzanares, Nicasio Monterde, Paco Huerto y su joven "carabina", Germán
López, Julián Martín y la parienta, Alberto González y la patronal,
Tomás Martín, etc., etc., con saludo e intercambio de correos
electrónicos incluidos a Isaac Rosa y a su santo padre--, allí que
tomamos unas tapas y raciones de los mejores jamones, lomos, morcones,
chorizos y quesos de las dehesas y llanuras del Reino de Extremadura,
amén de exquisitos patés, pinchos de gambas y otras delicias,
acompañados de cervezas y refrescos, así como de dos vinos de los
buenos: un tinto que no conocía, Sierra de Lora, añada 1998, uvas
tempranillo y garnacha, un vinodelatierradeextremadura
de las acreditadas Bodegas Dávila, de Esparragosa de la Serena, y un
blanco afrutado de grata memoria, Blasón del Turra, uvas cayetana y
pardina, un riberadelguadiana
de las afamadas Bodegas Cooperativa Santa Marta Virgen, de Santa Marta
de los Barros. A. R., naturalmente. Y como remate de los tomates, unos
dulces y pastelitos fríos que nos supieron a gloria. Y en tanto el
último grupo se despedía por enésima vez, que no había forma de acabar
la conversación, el maestro bodeguero, Carlos Borrajo, que va y me
pregunta de sopetón:
--¿Qué tal los vinos?
--El tinto, bueno, a
secas, pero el blanco, aunque lo he probado poco hoy, de miedo, de los
mejores que conozco, afrutado y tal --contesto, dándomelas de experto.
--Pues tómese otra copa y llévese esta
botella a su casa, para que la tome allí con su señora --me dice el baranda.
--¡Pero....!
Y
el bueno de Carlos que me lleva en volandas a su cocinilla y me regala
una botella fresquísima del Blasón del Turra, el afrutado. Pero, ¿qué
pasó ayer, si no fue mi santo y yo al tal Carlos no lo conozco ni por
el forro? ¡Pero si es que no entro en su Marina desde hace la
intemerata! Así que me dejo de gaitas, hago de nuevo un "sacrificio",
le doy las gracias y la botella, al morral. ¡Bien empezamos la Feria
del Libro, sí, señor!