Todos sabíamos que España, en general, y Badajoz, en particular, siguen siendo nidos de pícaros, vivales y gañoteros. Pero si in illo tempore,
eran los miembros de las clases menesterosas, humildes y dejadas de la
mano de Dios las que se dedicaban a sacar partido, a coger unas
migajas, a intentar sobrevivir a costa de las pudientes y poderosas
--lo que provocaba la sonrisa y la conmiseración de cuantos leíamos
esas historias--, hoy día continúa la "tradición", pero las clases
sociales han cambiado. Ahora los pícaros son miembros de las clases
medias y burguesas los que buscan la ocasión para meter el cazo,
aprovecharse, rechupetear todo lo comestible y bebestible que se les
ponga por delante cuando asisten a determinados actos aculturales.
Viene
este exordio a cuenta de la legión de lambuzos, tragones, parásitos,
gorrones, vividores y otros títulos más, que están proliferando en
nuestra ciudad a cuenta de los diversos actos culturales
--exposiciones, muestras, presentaciones, conciertos...-- que se
celebran en Badajoz un día sí y otro, también. Que no hay una
exposición de pintura, una presentación de un libro, una clausura de un
congreso, que no se haga visible esta fauna parásita. Se saben todos
los actos, se leen todos los programas, y a ellos acuden como moscas a
un panal de rica miel. Su objetivo no es el acto en sí --que les
importa un bledo-- sino los buenos aperitivos, raciones y tapas, junto
con la bebida, que se suele poner al final. Y, muchas veces, con
generosidad.
Y
es que, tras mucho tiempo asistiendo a actos culturales en nuestra
ciudad, he detectado la presencia de esta legión de muertosdehambre con
"aficiones" culturales. Presencia que tengo contrastada tras hablar del
asunto con gente de lo más variopinta: otros asistentes amigos,
organizadores, camareros, empleados de museos y bibliotecas, guardas de
seguridad, etc.
Van bien vestidos y trajeados y las señoras, de
peluquería, con sus abrigos de pieles, collarones, anillos de oro y
pulseronas modernas. Y no van sólos, no, que se llevan a sus familiares
de edad, a los abuelos y a las abuelas, como he podido descubrir. Y su
comportamiento está siguiendo estas pautas:
1.
Después de saludar a unos y a otros a la entrada, con muy finos
modales, faltaría plus, suelen colocarse de inmediato al lado o muy
cerca de las mesas del condumio, muy alejados, por cierto, de las salas
y salones de exposición.
2. No esperan a que termine el acto, que se
van raudos a las mesas para empezar antes que nadie. Y, con toda la
cara, les piden a las camareras que les sirvan. Sólo a ellos, que los
demás están en otra parte.
3. Tratan de ocupar mesas al completo,
ellos, sus amigotes y familiares, repartiéndose los platos de mano en
mano. Y cuando se acaban, peregrinan por las otras llevándose las
botellas de vino y los platos también, dejando a veces "a la luna de
Valencia" a los allí situados. Cuando no van con puñados de lascas de
jamón y lomo entre las manos.
4.
Y, si hace falta, se colocan, tan panchos ellos, en las mesas
presidenciales, junto a las autoridades. Que no se cortan, no. Que
saben, los muy ladinos, que allí siempre se sirve en abundancia.
5.
"Asaltan" a las camareras o a los servidores por los pasillos, para
cogerles los platos en el camino. Y nada de "por favor". A tirón
limpio. Hay que llenar la andorga cuanto antes.
6. Y, cuando han
limpiado sus platos y los ajenos, cuando las existencias se han
acabado, ya cenados opíparamente, que desaparecen discretamente. Nada
de seguir de tertulia con autores, creadores o, simplemente, amigos. Y,
así, hasta una próxima exposición, una presentación, otra
inauguración...
Pues este es el "turismo cultural" que una
legión de aprovechados, tragaldabas, chupópteros, pícaros, huéspedes no
deseados y lambuzos ha instituído en Badajoz en estos inicios del siglo
XXI. Por la cara, gratis total. Y que, por lo que estamos viendo, goza
de floreciente prosperidad.