¡Martínez!

Por El Avisador - 2 de Mayo, 2006, 20:26, Categoría: General

El pasado 1 de Mayo, fiesta total en España, cogimos carretera y manta la patronal y yo y nos fuimos por tierras de Santa Marta de los Barros. Que Cristina Martínez, la directora del periódico mensual El Chiriveje --con sede en esa localidad-- había tenido el detalle de invitarnos a una caldereta en sus dominios, en unión de sus muchos colaboradores y amigos. Y allá que nos fuimos, con una temperatura que rondaba los 30º, haciendo los 45 kilómetros que nos separaban desde Badajoz en poco tiempo, que la carretera es estupenda. Y, al paso por la cercana La Albuera, vemos que su travesía --con un exorno floral realmente magnífico, pocos pueblos extremeños pueden decir lo mismo-- estaba engalanada con banderitas y gallardetes. Ahí es nada, que el próximo 16 celebran el aniversario de la recordada Batalla de La Albuera --tal día de 1811, con los aliados españoles, ingleses y portugueses, comandados por el general británico Beresford, cerrando el paso de Badajoz a los ejércitos napoleónicos del mariscal Soult, a quien harían morder el polvo en una crudelísima batalla que ha pasado a los anales de las Guerras románticas--, con numerosos actos de paz y concordia, entre ellos la puesta en escena de una obra de teatro popular, con la intervención de medio pueblo, movimientos espectaculares de masas y efectos especiales que ya le gustarían a los de Hollywood.
Bueno, a lo que iba, que se me va el santo al cielo, que, pasado el cruce de la gasolinera, tomamos la N-432 que va a Zafra y Llerena y en unos minutos divisamos Santa Marta, en pleno corazón de la feraz Tierra de Barros. Tierra de labrantío, tierra de los "turras" --pequeños aparceros, agricultores humildes--, tierra del buen pan y del buen vino, de las mejores aceitunas de aderezo y del mejor aceite de oliva virgen. Tierra del general Francisco Neila, uno de los héroes de Cascorro, de cuando la guerra de Cuba. Tierra de Fernando Pérez Marqués, excelente escritor y maestro y mejor persona. Tierra de la virginal doncella Santa Marta, la que venciera al dragón, tierra de María Santísima, en su acepción de Ntra. Sra. de Gracia, a quien se le profesa una especial veneración por estos pagos.

Único pueblo de España que tiene tranvía, que, bien a la entrada, un cartelón te lo dice bien clarito para que no quepan dudas: ESTE ES EL TRANVÍA DE SANTA MARTA.  Que ya estaban hasta el gorro que a sus naturales les cantaran eso de que Santa Marta tiene tren, Santa Marta tiene tren, pero no tiene tranvía... ¡Pues aquí lo tenéis, y que lo vea todo el mundo!, parecen decirnos.
Pueblo de 4.200 almas con sabor a pueblo de verdad, con unos entornos todavía agrestes, donde proliferan los cazadores, los galgueros, los pescadores y los tiradores al plato, así como los caldereteros y los chanfaineros.
Tierra también del mítico Club Deportivo Santa Marta, que no para de dar disgustos esta temporada a su sufrida afición, que va antepenúltimo en el grupo extremeño de 3ª División, con la sombra del descenso cercana, que ha de recibir a equipos fuertes todavía, como el Cacereño. Y, como se verá después, tierra de... ¡Martínez! ¡Sí, señoras y señores, he dicho bien, de Martínez, en singular!

EN LOS DOMINIOS DE MARTÍNEZ
Cristina nos recoge en la hermosa avenida de las Palmeras, junto al novísimo Ayuntamiento y, tras ella, salimos a las afueras. Vamos en dirección a la zona denominada El Barrero, antiguas eras y campos de labor, junto a la carretera que lleva a Almendralejo. Que allí tiene su familia una casa de campo, rústica, pero con algunas comodidades --piscina, barbacoa, jardín con césped y bastantes árboles, pozo, etc.--, y están haciendo pequeñas obras para mejorarla. Y, nada más entrar, vienen las presentaciones y los saludos de rigor, porque allí había viejos amigos y conocidos. En primerísimo lugar, Martínez --José Antonio Martínez Portillo, veterano profesor de EGB, que da clases en el Instituto de la localidad-- el padre de la criatura, el anfitrión perfecto, pertrechado con su chaleco y gorra de cazador y, como emblema, un mochuelo grabado en su pechera. Y dos tíos con mandil ultimando unas hermosas perolas, el galeno Fermín Morera, con su gorrilla de cazador y rociero, viejo colega y odontólogo desde hace años, con clínica en mi propia calle, y un tal Ángel Treviño, fácil conversador, con su inseparable sombrero de fieltro, conocido también en Badajoz, que fue director muchos años de la oficina de Telégrafos en La Estación. Y que, hablando, hablando, resulta que fuimos vecinos, sin saberlo, muchos años en el grupo de bloques de viviendas donde resido actualmente. Y allí mismo que nos invitan a saborear unas muestras de caldereta y chanfaina hechas al estilo tradicional, que los dos son los que, desde las 10 de la mañana, han preparado y cocinado los manjares del día. Y, entre picar y beber, que nos presentan al resto de amigos, algunos de ellos veteranos maestros de escuela, ya jubilados. Y tenemos que traer a colación a amigos y compañeros comunes, que en esta provincia de Badajoz, casi todos los nombres de maestros viejos nos "suenan".
Y como veo que son bastantes los de Badajoz y otros lugares de España allí presentes, entroncados con mujeres de Santa Marta, que pregunto por saber, pero por lo bajini:
--Pero, vamos a ver, ¿qué tienen las mozas de Santa Marta, que se quedan con lo mejor de todos los sitios?
--Pues que hay un respeto..., y es que mandan mucho... --te dicen al alimón y con salero los santamartenses consortes.
Y, saliendo del grupo de hombres, visita obligada al de las señoras, que están sentadas tan ricamente bajo la sombra de un frondoso sauce. Y allí que decidimos asentar nuestros reales, con el todoterrenal Martínez de director de orquesta. Y tenemos ocasión de saborear dos excelentes vinos de la tierra, Blasón del Turra, riberadelguadiana los dos, un tinto joven, uva tempranillo, y un blanco afrutado --"el afrutado" le llaman, precisamente--, uvas cayetana y pardina. Y los dos, de las acreditadas bodegas de la Cooperativa Santa Marta Virgen. Estupendos, que no conocía el blanco, el tínto sí. Y venga, coge de aquí --caldereta va, chanfaina viene, panceta también--, toma pan, bebe que te llene... Y otra vez Martínez dispuesto a agradarte en todos los detalles. Y, ahora, la tortilla, que está buena... Y, así, dos horas largas, entre conversación y cháchara sobre todo lo habido y por haber: de la gente de Santa Marta, de los amigos, de los oficios y trabajos, de los familiares entroncados con otras familias, de escuelas y maestros, de los "turras", de las tierras, los negocios y las casas, de la caza y de uno que mató a un galgo creyendo que era liebre, que el galguero todavía lo anda buscando...
Y, según avanza el día, que se van añadiendo más amigos y familiares. Somos algo más de veinte, pero --te dice Martínez-- esperábamos cuarenta.
--Pues a esta caldereta y a la chanfaina le doy un nueve y medio, están buenísimas --meto baza.
Y allí que le damos nuestras bendiciones a los dos excelsos cocineros --con premios conseguidos en concursos, te cuentan--, Fermín y Ángel, Ángel y Fermín, que tanto monta.
Y hablamos, como no podía ser menos, de El Chiriveje y de Cristina --licenciada en Biblioteconomía, rama  Comunicación audiovisual--, directora-productora-gerente-editora-comercial-redactora-fotógrafa-repartidora y algunas cosas más, alma mater, a pesar de su extraordinaria juventud, de esta empresa cuasi milagrosa: 4.500 ejemplares mensuales a todo color, gratuitos, repartidos por numerosos pueblos más o menos colindantes con Santa Marta --
Barcarrota, Corte de Peleas, Entrín Bajo, Feria, La Albuera, La Morera, La Parra, Nogales y Salvatierra de los Barros--. Con numerosísimos colaboradores. ¡Y con más kilómetros en el coche por esas carreteras de Dios que El Fugitivo!

MARTÍNEZ
Y, ¡cómo no!, del peculiar y atípico Martínez, 2 años en el pueblo y 23 en la cercana Villalba de los Barros:
--Pues mis alumnos me llaman Martínez, nada de don José Antonio ni cosas esas.
--¡¡¡¡¡¡¡
--Si preguntas por Martínez en Santa Marta, siempre te darán razón de mí.
--¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
--Mira, coges la guía telefónica de Santa Marta y verás 40 Martínez, bueno, pues si alguien dice Martínez, ese soy yo.
--¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
--Aunque lo que más me gusta es que me digan Mochuelo.
--¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
--Que yo soy Mochuelo por parte de padre, que le decían Mochuelo en sus años mozos. Mi padre, Antonio Martínez, fue un "turra" que, hasta en silla de ruedas, le dio carrera a sus tres hijos, yo maestro, ésa peluquera... Y he conseguido que decir Mochuelo no sea despectivo en mi pueblo. ¿Ves el mochuelo de la veleta y el que está en la puerta del chalé, y éste que llevo aquí en mi pechera? Pues tengo más de trescientos en mi casa...
Que llega la hora del café y que la señora de la casa --la amabilísima Petri Franganillo--, ayudada por las otras señoras, que nos traen el café..., ¡con pastas tradicionales del pueblo! Y Martínez que te dice:
--Anda, tómate una copa.
Y allí que te ponen un licor de hierbas, Ruavieja, de Santiago de Compostela. Y una botella de orujo gallego, del autóctono. Demasiado para el cuerpo, amigos, que uno, si bebe este tipo de licores, es un dedito --horizontal, no vertical--- con unos peñascos de hielo. Y eso es lo que hago con una copichuela del licor de hierbas.
Pero había tiempo para más. Que va Martínez a no sé dónde y se trae una botella de whisky JB y una de Ron viejo.
--Anda, tómate una copa.
Imposible. Hay que cuidarse, que tenemos que conducir al regreso.
Y, luego, que las señoras se dan un garbeo por el jardín, con revista a las plantas, que se aprovecha para que cualquiera pueda llevarse a sus casas o a sus parcelas algunas ramitas para trasplantar.
La gente empieza a desfilar --hay que coger la carretera para Badajoz, que mañana hay que trabajar--, Fermín, con sus calderos y archiperres y nos despedimos, prometiendo volver a vernos.

DESPEDIDA
Pero Martínez me coge en un aparte y me dice:
--Pedro, aquí tienes mi teléfono y tienes a tu disposición esta casa para cuando se te ofrezca.
--¡Pero si acabamos de aterrizar, no nos conoces...! --protesto, sin que me haga puñetero caso.
--Nada, nada, que cuando quieras venirte un fin de semana aquí con tus amigos, me llamas con tiempo y te doy la llave. Aquí tienes agua, luz, camas... La comida la ponéis vosotros, claro... --me lo explica todo otra vez.
--¡Pero si acabamos de conocernos, Martínez! --vuelvo a protestar.
--¡Ya, pero me ha gustado tu talante...!
Y Martínez que me deja totalmente derrotado.
Nos despedimos de la familia y de Martínez hasta otra próxima ocasión. Eran las ocho de la tarde, seis después de nuestra llegada a la Casa de los Martínez, cuando emprendimos viaje de regreso a nuestros lares.
¡Martínez y familia, amigos de El Chiriveje, ha sido un placer la jornada! Amigos como vosotros se ven poco. ¡Gracias por tu hospitalidad, Mochuelo, compañero, pero a partir de ahora déjame que te llame amigo!

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